Terminadas las II Jornadas de Novela Histórica de Granada, con el sabor dulce de la experiencia en los labios, comparto con vosotros algunas conclusiones.
Escribir es una tarea solitaria por esencia. No podría ser de otra manera. Lo mismo ocurre con la lectura. Ambas actividades requieren concentración, aislamiento, introspección… A veces te puedes sentir exiliado del mundo y, aunque el camino compensa con creces esa soledad buscada, actos como las jornadas y colectivos como su asociación son herramientas perfectas para descubrir que son muchos los “locos” que se dedican a esto, que hay muchos escritores y lectores que tienen las mismas inquietudes y los mismos intereses que tú.
Todos hemos salido enriquecidos de los actos organizados, reforzados en nuestras vocaciones y pasiones, que tantas alegrías nos reportan.
Personalmente, llevo enriqueciéndome mucho tiempo con todo esto. Conocer a Blas Malo y a Carolina Molina, con los que he colaborado en la organización de las jornadas, ha sido realmente gratificante. Soñando juntos, siento que hemos hecho grandes cosas y que hemos asentado unas bases sólidas para lo que está por venir. Durante los dos días que han durado las jornadas he disfrutado conociendo a personas interesantes, aprendiendo en las charlas de las diferentes mesas, compartiendo mi propia experiencia y escuchando la de los demás.
Detrás de dos días hay un trabajo de meses, hay colaboradores, patrocinadores, gente generosa que ha ayudado en todo lo que ha podido, ponentes excelentes que han realizado exposiciones magníficas sobre historia y literatura, y, cómo no, la ilusión y el esfuerzo de un director y dos coordinadores…
Gracias a los que habéis estado de alguna manera.
A los que no habéis estado, sea cual sea el motivo, no os pido que nos acompañéis, más bien os lo recomiendo. Es una experiencia sumamente enriquecedora…
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