
En el período del reino de Granada también sucedió de esta manera. Granada fue perdiendo territorios progresivamente hasta su desaparición. Al principio, gracias a una hábil política de alianzas y a los problemas internos de los reinos del norte, las fronteras apenas se movieron, pero, a partir de 1481 la pérdida se acentuó. En ese año Muley Hassan se sintió fuerte y dio un paso hacia la guerra. Granada pagaba parias a Castilla como vasallo, lo que aseguraba la paz, por una parte, pero impedía que Granada tuviera un ejército fuerte por otra. La actitud de Muley Hassan fue la siguiente: usemos el oro de las parias para hacer lanzas. Así, en 1481 lanzó un ataque contra Zahara de la Sierra, tomándola por sorpresa. Este ataque fue su perdición. Los cristianos lo usaron como excusa para lanzar todo su poder contra ese reino musulmán que tanto los molestaba, y al año siguiente tomaron Alhama de Granada, en el corazón del reino. Aquí comenzó el declive. La toma le costó el trono a Muley Hassan y a partir de ahí todo fueron luchas civiles en el reino de Granada, y campañas castellanas que fueron moviendo sus fronteras hacia el interior. Cada año los cristianos se comían una franja del territorio y los granadinos no tenían más remedio que capitular.
¿Cuál fue el problema? Que los cristianos golpearon contundentemente con un solo puño, mientras que los granadinos permanecían divididos. Cada alcaide intentaba resistir de forma aislada a los intentos de toma y no se organizaba un único ejército común con fuerza suficiente para resistir.
Finalmente, Granada se vio reducida prácticamente a la capital, que sentía los estragos de la presión demográfica de los habitantes de los lugares conquistados. Cayó en 1492, pero su sentencia de muerte estaba dictada mucho antes, al igual que la de al-Andalus en conjunto.
Para ilustrar la entrada, pego unos párrafos de mi novela donde se recogen estas ideas:
...Malic Alavez continuaba aturdido pero escuchaba con atención las sabias palabras de su amigo.
-El problema está en nuestro pueblo -prosiguió Lentin-. Los rumíes golpean siempre en la misma dirección mientras que nosotros permanecemos divididos en nuestras alcazabas, intentando salvarnos de manera individual -el alcaide de Moclín agachó la cabeza, avergonzado por no haber acudido a la llamada de socorro. Muhammad Lentin percibió la actitud de culpa de su viejo amigo-. No te culpo por tu conducta, tal vez yo en las mismas circunstancias hubiera actuado igual. Precisamente ahí es donde reside el origen de nuestros males -hablaba con desánimo-. Ahora estoy convencido de que nos acecha la perdición definitiva, Al Andalus ha estado cayendo de la misma manera durante siglos.
-Todavía podemos hacer algo para torcer nuestro destino -reprochó Malic Alavez movido por un anhelo de venganza que lo dominaba por completo.
-Poco, Muhammad, poco podemos hacer ya... Voy camino de Granada con mi gente y no puedo entretenerme demasiado, debo partir. Tan solo quería verte y avisarte para que estés prevenido. Los rumíes no pararán hasta conquistar cada rincón de nuestra tierra y tal vez en la próxima campaña le toque a Moclín. Las fronteras no son seguras y ésta es la puerta que puede abrir la vega de Granada. Debes estar preparado.
Muhammad Malic Alavez se quedó solo. Reflexionó sobre el discurso de su amigo y se preguntó si tendría razón, si los restos de Al Andalus estaban ya condenados, si Moclín caería en la siguiente campaña...
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