Mi madre está en esa edad que llamamos tercera. Está jubilada y puede disfrutar de los beneficios que nuestra sociedad tiene previstos para personas como ella. Le encanta viajar y varias veces al año se monta en un autobús con sus amigas y se deja llevar a diferentes destinos para disfrutar de unos muy merecidos días de relax y visitas culturales.
Precisamente uno de esos autobuses de jubilados me va a servir en esta entrada para hacer una reflexión sobre el tiempo y la historia.
Pongámonos en situación. En el autobús, que no está lleno, viajan 26 jubilados. Todos tienen la misma edad de mi madre: 75 años (muy bien llevados, por cierto). El conductor, evidentemente, es bastante más joven, así como la guía que los acompaña.
Pongamos a todas las personas del autobús en fila e imaginemos que sus vidas son consecutivas, es decir, que juntos forman un continuo en el que al fallecer un miembro nace el siguiente en la línea. De esta manera, haciendo la sencilla operación de multiplicar 26 jubilados por 75 años, y sumándole al resultado los años del conductor y la guía, obtenemos que suman entre todos algo más de 2.000 años.
Podríamos decir que en aquel autobús que se dirige a Salamanca viajan tantos años como los de nuestra era. Si cogiéramos todos esos años y los lanzáramos hacia atrás, podríamos irnos a fechas próximas al nacimiento de Cristo.
Puede parecer impactante, pero lo que pretendo manifestar con esta sencilla operación es que el tiempo y la historia son relativos, que los acontecimientos que no hemos vivido nos resultan demasiado lejanos, pero que en realidad no lo son tanto. Por poner un ejemplo, mi abuela, que en paz descanse, nació cuando Rusia era gobernada por los zares, y estaba a punto de entrar en la adolescencia cuando estallaron la primera Guerra Mundial y la revolución rusa. Si me muevo varias generaciones atrás, me encontraría a España ocupada por las tropas napoleónicas...
Así es la historia, una sucesión de hechos y vidas que, una vez dejados atrás, nos parecen más lejanos de lo que en verdad son...
No lo olvidéis, en cada autobús de jubilados viaja la historia de nuestra era. Si queremos irnos al Egipto faraónico... nos sobra con tres autobuses...
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