viernes, 14 de junio de 2013

ESTATISMO DE FONDO

En el pasado los cambios eran revolucionarios. Las sociedades permanecían estáticas durante largos períodos y, en un momento dado, se producía un cambio global, de grandes dimensiones, que removía los cimientos de la realidad y producía cambios de magnitudes insospechables para los ciudadanos de la época. Dos ejemplos clásicos son la revolución francesa y la revolución industrial. 
Hoy en día, sin embargo, el cambio es el estado habitual de la sociedad, que avanza a un ritmo trepidante demandando constantemente una adaptación de las estructuras a las nuevas circunstancias. En los últimos años se viene produciendo un fenómeno un tanto singular. Una gran crisis ha sacudido al mundo entero, como señal de la necesidad de un cambio revolucionario pero, a pesar de todo, los dirigentes mundiales se siguen empeñando en mantener el sistema tal y como está. Se trata de una lucha por mantener un estatismo de fondo, mientras que todo el entorno pide un cambio. 
Ahora más que nunca, con un sistema político y económico colapsado, se hace necesario un cambio, pero los poderes se aferran al clavo ardiente y buscan sus propias soluciones para mantener una estructura que ha demostrado estar obsoleta y que ha producido grandes desigualdades dentro de los países y entre países, a nivel mundial. 
La solución a este problema sería compleja, pero pasaría por aventurarse en el cambio, por adaptarnos a la nueva realidad. Las crisis son como un dolor de rodilla que nos indica que algo no va bien y, por otra parte, son una oportunidad para afrontar las soluciones a problemas que se han mantenido hasta el momento en silencio. 
Por lo que se ve en las noticias, parece que nuestros dirigentes van a desaprovechar la ocasión, se empeñan en hacer remaches en un castillo que está a punto de desmoronarse, en lugar de dejar que se caiga y construir uno nuevo sobre bases más sólidas y justas. ¿Cómo sería ese nuevo castillo? Como comprenderéis, esa pregunta escapa a mis posibilidades de análisis. Es un “punto ciego” que ahora no logramos ver, pero que puede que pasados unos años pensemos: ¿cómo no lo hicimos antes? Se trataría de lanzarse al abismo con valor, honestidad y honradez, tres ingredientes que faltan en la política actual. 
Difícil de conseguir, pero hay una esperanza. Hay una teoría evolutiva que estudié en la carrera y que explica la aparición de la vida fuera del agua de una manera muy interesante. Cuando grandes extensiones de agua comenzaron a secarse quedaron charcas aisladas de tamaño más reducido. Los animales acuáticos, que enseguida se quedaban sin recursos, salían de sus charcas momentáneamente para trasladarse a otra cercana. Al principio apenas aguantarían unos segundos fuera del agua pero, con el tiempo, desarrollaron la capacidad de respirar e incluso desarrollaron patas que les ayudaron a moverse fuera del agua para encontrar esas charcas. Así, el empeño de seguir viviendo en el agua produjo formas de vida que podían vivir fuera de ella, la lucha por mantenerse estáticos lo que produjo fue una situación totalmente nueva. Confiemos en que esta teoría sea cierta.

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